Denuncian que desapareció por completo la confitería Richmond
11 de mayo de 2017 // En Nueva Ciudad //
A raíz de una denuncia sobre el desmantelamiento del rincón histórico que se debía conservar en la ex confitería Richmond, el Gobierno porteño realizó ayer una inspección en el inmueble de la peatonal Florida, según información de La Nación.
La directora de la Asociación Ciudadana por los Derechos Humanos (ACDH), la ex legisladora María José Lubertino, y otras asociaciones defensoras del patrimonio, como Basta de Demoler, constataron que los dueños del local de ropa deportiva «arrasaron con el rincón de memorabilia», último recuerdo del tradicional bar notable.
Advirtieron además que si el Ministerio de Cultura porteño no intima a los propietarios en una semana reactivarán las causas en lo contencioso administrativo y en lo penal que la ex diputada inició en 2011 y 2014, respectivamente.
La confitería Richmon8, ubicada en Florida 468, fue lugar de encuentro de los ilustres escritores del Grupo de Florida, como Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal y Victoria Ocampo, y reducto de la cultura porteña, caracterizado por sus mesas de billar y la pastelería artesanal de primer nivel.
Sin embargo, a diferencia de otros sitios de interés histórico en los que se logró preservar el patrimonio edilicio y cultural, esto no sucedió con la Richmond. Los antiguos dueños del rubro gastronómico vendieron el local a una marca de indumentaria deportiva, que instrumentó una serie de modificaciones interiores, aunque respetó parte de la fachada.
La intervención de entidades defensoras del patrimonio y de la Legislatura buscó frenar la remodelación. Por la ley 3865, se protegió el inmueble situado en Florida 468 al declararlo «patrimonio cultural de la ciudad de Buenos Aires».
En ese momento, cuando Hernán Lombardi estaba al frente del Ministerio de Cultura, se llegó a un acuerdo mediante el que los nuevos dueños accedieron a preservar parte del mobiliario de la confitería como «rincón de memorabilia», en homenaje a su historia.
El mes pasado, un transeúnte advirtió que el sector que conservaba algunas mesas, la barra, un par de arañas y una cafetera había desaparecido y lo comunicó por redes sociales. Lubertino y entidades que trabajan por la preservación del patrimonio se hicieron eco de la irregularidad.
«Ganamos el juicio y el 1° de junio del 2012 la sentencia dispuso que no podría enajenarse, transferirse, modificarse o destruirse el inmueble de la Richmond sin expresa y fundada autorización de la Secretaria de Cultura de la Ciudad, haciendo saber a los interesados que todavía de hecho daría lugar a acción penal, ¿Este cambio lo hicieron con o sin autorización del gobierno porteño? ¿Quién responderá por la defunción patrimonial?», cuestiona Lubertino a La Nación.