La izquierda uruguaya. De la hegemonía cultural a la hegemonía política – ¿Cómo es tener una mujer de Presidente?

Por GASPAR RAMÍREZ C.
El Mercurio, Chile, 30 de enero de 2005

Revisar la gestión de algunas mandamases de otros países puede dar algunas pistas sobre un gobierno femenino.

"Es lógico que una mujer no ejercerá su cargo igual que un varón, porque es diferente a él y se espera que aproveche esa diferencia en bien del país. El sello femenino en la política debería ser una voluntad inconmovible e incorruptible de cuidado de la persona, en todas sus situaciones".

Esta es parte de la carta "Mujer Presidenta", publicada el martes en este diario y motivada por la certeza de que habrá una mujer luchando por llegar a La Moneda en las elecciones de fin de año.

Posibilidad que sugiere inquietudes y escenarios futuros, como por ejemplo, si influye o no el género en el estilo de gobernar o qué puede esperarse de una Presidenta. Las experiencias de otros países pueden ayudar.

Las realidades de los países que han tenido mujeres a la cabeza son muy distintas entre sí, por lo que "es muy difícil encontrar puntos en común entre ellos", explica Gilda Morales, directora de Proyectos del "Center for American Women and Politics", (CAWP), de la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey.

La carga masculina

Sin embargo, agrega, quien ocupe este puesto, además de cualidades de liderazgo, debe saber que enfrentará dificultades. Cuenta que en EE.UU. las complicaciones van desde reunir fondos para las campañas electorales, hasta los clásicos prejuicios contra el género.

Por esto, partiendo de la base de que el mundo del poder es eminentemente masculino, "es importante que los contenidos de una gestión femenina comprendan políticas que integren a ambos géneros", señala María José Lubertino, directora del Instituto Social y Político de la Mujer, en Buenos Aires. Otro aspecto que destaca es que salvo en países europeos, las mujeres que han llegado a los más altos cargos, lo hacen a través de vía sanguínea, fundamentalmente en Asia y América Latina. "Son hijas, esposas o viudas de políticos", dice.

Este es el caso de Gloria Macapagal-Arroyo, actual Presidenta filipina, hija del fallecido Mandatario, Diosdado Macapagal. A la hora de comparar gestiones tiene el antecedente del gobierno de Corazón Aquino (1986-92).

"No sé si se pueda hablar de tradición de gobierno de mujeres o de matriarcado en Filipinas, pero estas gestiones sientan ya un precedente", explica Consuelo Puyat-Reyes, embajadora de Filipinas en Chile. Y advierte diferencias entre ambas. "Aquino fue una ama de casa que se vio obligada a entrar en la política. Su estilo de gobernar fue entrar poco en conflicto, de hecho no perteneció a ningún partido político".

En cambio, Macapagal-Arroyo tiene una formación económica y "no les hace el quite a los temas políticos", explica Puyat-Reyes, cercana a la Presidenta desde hace 30 años. Añade que ambas Presidentas han sabido desligarse de la carga masculina que implica el cargo. "Tienen una sensibilidad distinta, comprenden de otra manera lo que otras personas sienten.", señala. A su parecer, ésta es una de las ventajas de un gobierno de mujeres.

"Hay dos cosas que sólo las mujeres podemos dar, una sensibilidad especial que nos da la condición de madres, que nos permite tener una mayor visión del significado de la vida", coincide Mireya Moscoso, ex Presidenta de Panamá (1999-2004). "También tenemos ese sexto sentido que nos enseña a actuar con prudencia ante decisiones que pueden afectar la vida de millones de personas", explica Moscoso a "El Mercurio".

Sin embargo, aclara: "La forma en que encaré los retos fue determinada por mi preparación y por mis ideas; no por la condición de género". Agrega que la inteligencia, la capacidad y el liderazgo "no son una cuestión de género".

"Por ser mujer, a Moscoso se le dieron enormes espacios, todos los sectores eran muy flexibles; pero el problema no era de género, sino de los resultados de su gestión", dice Marco Gandásegui, analista político panameño.

Estima que las diferencias son más de forma que de fondo, ya que "la Presidencia de la República es una institución, y quien esté ahí debe cumplir con lo que la institución exige", señala.

Estilo clásico

También hay gobiernos en que la mano femenina no se nota tanto. Un caso actual es el de Helen Clark, la segunda Primera Ministra que rige Nueva Zelandia en forma consecutiva.

"Goza de gran éxito político, es una líder pragmática, fuerte y cuenta con un excelente grupo de ministros. Esa es la clave de su éxito, más que su condición de mujer", explica Grant Hannis, director del Departamento de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad de Wellington. Para reafirmar su idea de que hay casos en que el género influye poco, compara la gestión de Clark, con la de su predecesora, Jenny Shipley (1997-99). "Ésta fue percibida por el electorado como carente de juicio y sentido común, y por eso perdió su respaldo", dice.

Un caso más antiguo de este estilo se dio en los años 80, cuando Gran Bretaña fue regida por la "Dama de Hierro", Margaret Thatcher. "Hay muchas y muy diversas opiniones sobre si influyó o no su condición de mujer en la forma de conducir el país", explica Ian Bache, profesor titular de Política de la Universidad de Sheffield, Inglaterra. "El suyo no fue el típico estilo femenino. Muchos recuerdan que su política social no promovió particularmente mayores oportunidades para la mujer", señala.

Agrega que su estilo de liderazgo fue muy fuerte y tradicional, y que en muchos aspectos es seguido por el actual Primer Ministro, Tony Blair. "Por ejemplo, éste quiere ser visto como alguien que actúa en el mundo y no se limita a la agenda doméstica", indica. Las diferencias vendrían por el lado de las políticas. "Mientras Blair tiene una agenda social más fuerte, Thatcher ponía el énfasis en la economía", dice.

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