María José Lubertino en la asunción de Carmen Argibay

ASUMIO AYER CARMEN ARGIBAY EN LA CORTE SUPREMA
Por Victoria Ginzberg
Página/12, 4 de febrero de 2005

La Justicia completó el álbum

Por primera vez hay dos juezas en el máximo tribunal. Argibay asumió en la sala donde se realizó el Juicio a las Juntas y fue aplaudida de pie por los asistentes al acto, que colmaron el salón. Entre otros, la esperan dos temas importantes: la pesificación y el destino de las leyes de impunidad.

La Corte está completa (por ahora): Argibay, Lorenzetti, Zaffaroni, Boggiano, Belluscio, Petracchi, Fayt, Maqueda y Highton de Nolasco.
Los nueve magistrados se acomodaron de pie delante de sus asientos y posaron para una foto que no se conseguía hace un año y medio: la Corte Suprema completa. Y para otra que no se había sacado nunca: entre sus integrantes hay dos mujeres. Carmen María Argibay era la primera del lado izquierdo. A las doce del mediodía formalizó su entrada al máximo tribunal jurando cumplir con sus deberes por “la patria y su honor”. No podía ser de otra manera.
A diferencia de los últimos ministros que se incorporaron a la Corte, Argibay no juró en el cuarto piso del Palacio de Tribunales sino en la planta baja, en el salón en el que se llevó a cabo el Juicio a las Juntas. No se trató de un simbolismo vacío para una mujer que sufrió la cárcel de la dictadura en carne propia.
El salón estaba lleno y algunas personas tuvieron que seguir el acto en los palcos del primer piso. El ministro de Justicia, Horacio Rosatti, y el Procurador, Esteban Righi, se ubicaron en el estrado junto a los ministros de la Corte. El defensor general de la Nación, Miguel Angel Romero, estuvo entre el público, junto con el procurador del Tesoro Osvaldo Guglielmino y el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde. Lejos de las críticas de la Iglesia y sectores conservadores que la atacaron por su posición sobre al aborto y por haberse definido como “atea militante”, la jueza fue aplaudida de pie después de firmar el acta de su asunción.
Una de las presencias más valoradas por Argibay fue la de su propia madre que, con 94 años, asistió a la ceremonia para acompañar a su hija, convertida en ministra de la Corte luego de pasar por el Tribunal Internacional que juzgó crímenes cometidos en la ex Yugoslavia. La fila para saludar a la jueza se extendió hasta la puerta del salón. Vestida con un traje con pollera blanco con rayas de colores, Argibay reconoció su cansancio. “Debo haber rebajado cuatro kilos por los apretujones”, bromeó. Entre los que fueron a felicitar a la flamante jueza estaban el actual ministro de Seguridad bonaerense Carlos Arslanian, Ricardo Gil Lavedra y Andrés D’Alessio. Los tres formaron parte de la Cámara Federal que juzgó a los comandantes. Los tres elogiaron a Argibay. “Tiene una larga tradición judicial y una reconocida trayectoria en materia de defensa de derechos humanos. Es una persona equilibrada, prudente, reflexiva, una incorporación valiosa para esta Corte”, dijo el ministro bonaerense.
Al rememorar el juicio a la Juntas, Arslanian y Gil Lavedra coincidieron en que se emocionaban cada vez que entraban en esa sala. En este contexto los cronistas hicieron la pregunta de rigor: el destino de las cuestionadas leyes de Punto Final y Obediencia Debida, una de las grandes causas que esperan a Argibay en el tribunal. “Faltan cuestiones formales pero creo que la Corte ha dirimido la cuestión con el fallo de Arancibia Clavel”, señaló Gil Lavedra, en referencia al expediente en el que el tribunal resolvió declarar imprescriptibles los delitos de lesa humanidad. Mientras el ex ministro de Justicia hacía esas declaraciones, en la sala se escuchó el descorche de una botella. La ex diputada María José Lubertino estaba brindando con Argibay. Había llevado un champagne envuelto en papel rosa y coronado con un moño violeta.
Los únicos que se acercaron al Palacio de Tribunales sin invitación fueron los ahorristas movilizados en contra del corralito, ya habitués de las juras de los nuevos ministros de la Corte. La protesta no se sintió en la ceremonia, más allá de las vallas fuera y dentro del edificio. Pero hizo visible el otro gran tema que Argibay tendrá que resolver junto con sus colegas. En octubre, el tribunal avaló la pesificación, pero el voto de Eugenio Zaffaroni, que adelantó que no seguiría el mismo criterio para montos inferiores a 70 mil dólares, relativizó la solución. El avance del juicio político a Antonio Boggiano –que hace que la foto de los nueve en la Corte pueda ser fugaz– contribuyó a empantanar el tema, ya que elúltimo de los supremos designados por Carlos Menem se negó a seguir firmando resoluciones sobre los depósitos bancarios.
Una vez terminado el acto hubo una lluvia de papelitos en la sala. No eran de los ahorristas, sino de la Unión de Empleados de Justicia de la Nación. Tampoco fue una protesta. (De hecho, el titular de gremio, Julio Piumato, asistió a la jura.) “Bienvenida Carmen Argibay. Que su tarea en la Corte Suprema esté a la altura de su historia”, saludaban los panfletos.
La jueza de 64 años, especializada en derecho penal, ingresó a la Justicia en 1959. Cuando fue detenida en 1976 era secretaria general de la Cámara en lo Criminal y Correccional. En 1984 fue designada jueza de sentencia y en 1988 integrante de la Cámara en lo Criminal y Correccional. Cinco años después pasó a formar parte de un tribunal oral hasta que en el 2001 se convirtió en la primera magistrada argentina designada en el Tribunal Internacional para los crímenes de guerra de la ex Yugoslavia. Por terminar esa tarea es que se atrasó su incorporación a la Corte, que estaba resuelta hace seis meses.
Tres mujeres recogieron algunos papeles del piso, los miraron, sonrieron y los guardaron de recuerdo. Eran compañeras de Argibay en la Federación Internacional de Mujeres Juezas. Irma Meurer, presidenta de la Corte de Apelaciones de Concepción, Chile, y la escribana chilena Nancy de la Fuente firmaban la dedicatoria del libro que le regalarían a la nueva ministra: una edición especial de 20 poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda. Marta Battistella, titular de la Corte de Apelaciones de Montevideo, había elegido como presente un ejemplar de Don Quijote de la Mancha. “Es que hay que ser un Quijote para llegar a la Corte”, señaló.

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