Ayudar para no discriminar
Por Pedro Lipcovich. Pagina/12 La asistencia sexual para personas con discapacidad llegó a la Argentina. Una de sus posibles funciones es “en parejas donde ambos tienen dificultades físicas severas, ayudarlos a movilizar partes de su cuerpo, acercarlos, si hace falta colocar un preservativo”, según precisó la titular de la entidad Sex Asistent, que impulsa esta práctica. Otra vertiente de la asistencia es tener sexo con la persona que presenta la discapacidad: “Hay personas que tuvieron el primer encuentro sexual de su vida con una asistente y eso sirvió para revertir la idea de que ‘esto no es para mí’”. Recientemente, una jornada en la Legislatura reunió a Sex Asistent con la Asociación de Mujeres Meretrices (Ammar).
“Bélgica, Dinamarca y Suiza, desde hace más de 20 años, sostienen modelos de asistencia o acompañamiento sexual –destacó Silvina Peirano, profesora de educación especial y titular de Sex Asistent–. En algunos casos, el Estado cubre o subvenciona el servicio.” En todo caso, “hay que diferenciar entre quien asiste y quien acompaña. En el acompañamiento suele tratarse de una pareja cuyos miembros tienen discapacidades físicas severas: la ayuda puede consistir en ir a buscarlos y acompañarlos a un lugar privado, e intervenir en determinadas situaciones: en personas con lesiones medulares, ayudar a movilizarse; si la persona tiene una sonda, retirársela; llegado el caso, colocar un preservativo”.
Respecto de la relación sexual con el/la asistente, “se trata de una propuesta para determinados momentos –puntualizó Peirano–. Hay personas con discapacidad que tuvieron el primer encuentro sexual de su vida con una asistente y así se descubrieron, sintieron que lo deseaban, se empezó a revertir la idea de que ‘esto no es para mí’. No planteamos la asistencia sexual como una necesidad, o una terapia, sino como parte del deseo. Claro que una persona con discapacidad puede tener su pareja, en forma estable, ocasional o del tipo que fuera. Pero la verdad es que muchas no acceden a ello, por razones en las que se enquista la discriminación”.
La Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar, que integra la CTA) realizó, en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, la jornada “Trabajo sexual y discapacidad”, en la que participó Peirano. Georgina Orellano, secretaria general de Ammar, anticipó que “en la reglamentación del trabajo sexual, por la que luchamos, procuraremos incorporar el tema”. Peirano observó que, “hasta hace poco, las trabajadoras sexuales han sido las únicas que atendieron a la sexualidad de la gente con discapacidad. Por nuestra parte, procuramos dar otro marco a esa tarea: que no lo hagan desde la compasión o la lástima, que sepan qué hacer con ellos o ellas, que los lugares donde atienden no tengan barreras de acceso. Nos referimos, por supuesto, a trabajadoras que han elegido independientemente esa actividad y a encuentros entre personas mayores de edad. Y no decimos que por atender a gente con discapacidad las trabajadoras sexuales ennoblezcan su tarea, en absoluto; en cambio nos unimos al reclamo por la legalización de su actividad. Las trabajadoras sexuales, como la gente con discapacidad, han sufrido una estigmatización histórica: a ambos grupos se los quiere ‘rehabilitar’, aun contra su voluntad”.
Peirano es argentina y vivió durante 10 años en Barcelona, donde participó en Sex Asistent Catalunya: “Ahora en la Argentina estamos organizando cursos de capacitación para futuros asistentes sexuales y trabajamos junto con Ammar. Al principio pensábamos que lo que diferencia la asistencia sexual del trabajo sexual es la capacitación, pero estas mujeres lo hacen desde siempre, y cuentan que esta demanda está aumentando: podemos valernos de lo que ellas saben, y aportar nuestra perspectiva sobre la diversidad funcional. También hay personas que se acercan a la asistencia sexual desde otras profesiones y cada una decidirá cómo encara la actividad”. En cuanto a la demanda, “la mayoría de las veces proviene de varones; son menos las mujeres que demandan esta asistencia, y hay menos asistentes varones. Y, por supuesto, hay personas con discapacidad que son gays o lesbianas”, puntualizó Peirano.
Sex Asistent cuenta con un blog (sexasistent.blogspot.com.ar) y se propone como “espacio de encuentro e investigación sobre la temática; hay gente que se acerca desde los campos de la salud, de la educación o de la filosofía”. Peirano aclara que “en este momento no estamos en condiciones de brindar contactos directos” con asistentes sexuales.
Remigia Cáceres, secretaria nacional de Discapacidad de la CTA que conduce Hugo Yasky, se manifestó “de acuerdo con esta asistencia sexual: hay discapacidades muy duras, que afectan el dominio del cuerpo, pero no equivalen a la pérdida del deseo sexual. Y esto va de la mano con la legalización del trabajo sexual: por ejemplo, la accesibilidad física de lugares de asistencia sexual para personas con discapacidades motoras sólo podrá abordarse bajo condiciones de legalidad. Y es la legalidad lo que permitirá a las trabajadoras el espacio para avanzar en la reflexión sobre cuestiones como la asistencia a discapacitados”.
“Prejuicios constituidos como barreras”
“Aunque la asistencia sexual a personas con discapacidad suscita controversia, no puedo juzgarla como algo malo, ya que hay muchas personas que no podrían ejercer su sexualidad de otro modo; pero esto se vincula con que en la construcción social de la discapacidad intervienen prejuicios constituidos como barreras”, sostuvo Verónica González Bonet, presidenta de REDI (Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad).
Isabel Ferreyra, directora de derechos de personas con discapacidad de la Defensoría del Pueblo porteña, sostuvo que “la asistencia sexual da por tierra con el prejuicio de que quienes tienen discapacidad son seres asexuados. No sé si ejercer la sexualidad mediante asistentes es lo mejor, pero sí que a veces es la única opción. El tema es tabú porque a las personas con discapacidad, especialmente mental, las infantilizan. Y, en el ambiente de las instituciones, el derecho a la sexualidad no suele ser reconocido”.
Norberto Butler padece una discapacidad que le requiere el uso de respirador. Dio su testimonio en la jornada sobre el tema en la Legislatura: “Soy favorable a la asistencia sexual para personas con discapacidad, y me parece ejemplar la película Seis sesiones de sexo, donde el poeta Mark O’Brien, postrado y con respirador desde la infancia, narra su primera experiencia, a los 36 años, con una asistente sexual”.
María José Lubertino, titular del Observatorio de los Derechos de las Personas con Discapacidad, de la Presidencia de la Nación, señaló que “el tema de las relaciones sexuales a cambio de dinero tiene distintas lecturas aun dentro del propio movimiento de mujeres. Y la expresión de la sexualidad de las personas con discapacidad depende de que se rompan prejuicios. En la medida en que estas personas con discapacidad dejen de estar aisladas, sus dificultades serán las mismas que tenemos todos para vincularnos. Compañeras con discapacidad cuentan que hay hombres que no tienen discapacidades y las buscan, atraídos precisamente por la discapacidad”.