Por qué un Paro internacional de mujeres
Si bien hay historicamente articulaciones y redes entre continentes y un trabajo sostenido de reclamo, monitoreo y control frente a los Estados Nacionales y los organismos de Naciones Unidas desde la década del noventa, gracias a la insurgencia de las más jóvenes y la velocidad que nos permiten las redes sociales hoy se potencia nuestra visibilidad y rápida organización. Muchos de los motivos son los mismos que desde hace varios siglos.
Aunque en materia de huelga de mujeres podríamos remontarnos hasta la famosa Lisístrata de Aristófanes bregando por la paz, pasando por las mujeres obreras de los movimientos del siglo XIX, el último 19 de octubre, la convocatoria a un Paro de Mujeres en Argentina durante una hora fue el primero en el país y America Latina de estas caracteristicas. En protesta por el femicidio por empalamiento de Lucía Pérez, una joven de 16 años, asesinada un día después del 31º Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario, logró conectar la violencia machista con otros modos de violencia y precarización laborales, económicos, sociales y territoriales y los denunció como una renovada “pedagogía de la crueldad” sobre el cuerpo de las mujeres. La marcha posterior fue protagonizada por 250.000 mujeres y contó con adhesiones y acciones en paralelo en varios paises de America Latina. Se tomó la idea de Polonia donde a principios de octubre las mujeres convocaron a un paro nacional en rechazo a los cambios que intentaron restringir todavía más el acceso al aborto legal. Ellas a su vez tomaron el ejemplo del Paro Nacional de Mujeres de Islandia de 1975.
La organización de eventos para el 25 de noviembre (día de repudio contra la violencia hacia las mujeres) aceleró un trabajo de conexión entre muchos países, desbordando las usuales iniciativas de la fecha. Después de las movilizaciones de Noviembre en todo el mundo y las más recientes en muchos países con motivo de la asunción de Trump se constituyeron contactos y alianzas y surgió el llamado a un Paro Internacional de Mujeres para el 8 de marzo.
Existe una coordinación y una petición a las Naciones Unidas y un manifiesto a nivel global y en Argentina se elaboró un manifiesto propio nutrido a partir nuestras luchas concretas. Hay una articulación virtual pero mucho trabajo cuerpo a cuerpo y en las calles diverso, plural, trasversal. El 3 de febrero, en asamblea abierta y heterogénea, todas las corrientes del movimiento de mujeres de Argentina coincidimos en la convocatoria a las centrales sindicales para que apoyen la iniciativa interpelando la cuestión del trabajo y, en clave feminista, cuestionando la precarización de nuestras existencias y la criminalización de nuestra autonomía.
Paramos por causa de la brecha salarial del 27% en promedio en los trabajos formales y que llega al 40% en el trabajo informal y que cuando hay crisis y desocupación más nos afecta.
Por la falta de responsabilidad de la sociedad en su conjunto en el cuidado de los/as otros/as y en el trabajo de crianza y tareas domésticas que recargan nuestras jornadas laborales 3 horas diarias más que los varones. Porque exigimos jardines desde los 45 días, licencias por paternidad y corresponsabilidad parental en el trabajo del hogar.
Paramos por la falta de mujeres en paridad en los más altos lugares de decisión en los gobiernos, la Justicia y las empresas y porque no se aprobó la ley del 50 y 50.
Por la trata, las incesantes violaciones y los crecientes y cruentos femicidios impunes, porque estamos hartas de acoso sexual, laboral, callejero, en los boliches y en los transportes. Porque el 25 de noviembre, más de 100 organizaciones de la sociedad civil, militantes y activistas debatimos sobre los puntos centrales de una agenda integral para la prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres y acordamos con el gobierno un imprescindible Plan Nacional federal y participativo con mejores herramientas para un diagnóstico y la evaluación del funcionamiento efectivo de las estrategias (Encuestas nacionales periódicas; registros administrativos unificados y/o comparables de salud, justicia, prevención, seguridad, servicios sociales; estudios cualitativos para comprender mejor las dificultades de acceso a la justicia, en la coordinación institucional), campañas y medidas de acción concretas y esto ha recibido como respuesta insensible del Estado un recorte -en ejercicio de los «superpoderes»- al presupuesto del Consejo Nacional de las Mujeres y al Plan contra la Violencia para 2017 de 67 millones de pesos, que después se dijo que fue un «error» pero que aun no se ha publicado en el Boletín Oficial que se haya subsanado.
Reclamamos por la discriminación a las migrantes, a la indígenas, a las mujeres con discapacidad, a las niñas, adolescentes y a las de la tercera edad, a las más humlides y a todas las que se encuentran vulnerabilizadas
Protestamos porque nuestros cuerpos no son objeto, por que la maternidad es una opción, porque no queremos más lesbianas y trans perseguidas o estigmatizadas, porque exigimos educación sexual y abortp legal seguro y gratuito, porque queremos autonomía sobre nuestras vidas.
Queremos ya las leyes que hacen falta y que se garantice la asignación y ejecución de presupuesto, así como el monitoreo y evaluación de las diversas políticas que se deben implementar para cumplir con estas demandas recurrentes desde la recuperación de la democracia.
La multiplicidad de convocatorias al Paro Internacional de Mujeres este 8 de Marzo se hace poderosa cuando entronca heredera con las luchas populares y del movimiento de mujeres de un modo nuevo, proponiendo aquí y ahora el mundo en el que queremos vivir.
Nuestro trabajo no es valorado, que vean lo que pasa cuando no estamos aún por 12 horas. El 8 de marzo paramos, pero al día siguiente no paramos de luchar.
*Abogada feminista, Profesora de Derecho con perspectiva de género de la Universidad de Buenos Aires.